Por: Roque Benavides Ganoza, CEO de Compañía de Minas Buenaventura.
Cuando me encargaron que escriba un artículo sobre la importancia del oro en el crecimiento del Perú, pensé que sería interesante empezar con una breve reflexión sobre la larga y compleja historia de este metal amarillo que es uno de los principales sustentos de la economía mundial.
Dicen los historiadores que las primeras piezas elaboradas en oro son aquellas encontradas en la necrópolis de Varna, en Bulgaria, que datan del año 4 600 antes de Cristo. Desde entonces el oro ya era considerado un símbolo de valor y pureza.
En el Perú preincaico su uso era netamente ornamental y religioso. Fue en el Tahuantinsuyo que recién se instauró de forma primitiva la administración del metal mediante pequeñas áreas de explotación. Con la llegada de los españoles la minería de oro cobró importancia, pues junto a la plata fue el soporte económico del virreinato. Años después, durante la Emancipación, la actividad se detuvo para resurgir luego con el establecimiento de la República.
Hoy en día el oro es utilizado por los bancos centrales debido a su alta facilidad de cambio. En la industria es aprovechado por su excelente conductividad y resistencia a la corrosión. Sin duda, es un metal importante para la humanidad.
De acuerdo con las cifras del Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés) en los últimos 40 años la producción mundial de oro se ha duplicado. Pasó de 1 250 TM en 1974 a cerca de 3 000 TM en 2015. Ello se debe a mejoras tecnológicas que han permitido el aumento significativo de las reservas probables y explotables. Este crecimiento es protagonizado por China, Australia, Rusia, Estados Unidos, Canadá y Perú, que se posiciona como el sexto productor de oro en el mundo y el primero en Latinoamérica.
Sin embargo, la crisis económica mundial que estamos atravesando afecta el valor del mineral en toda la industria. Este año la producción de oro irá cayendo inexorablemente. Por eso debemos insistir en la reducción de nuestros costos, en ser más productivos y poner énfasis en la exploración de nuevos yacimientos. Recordemos que la exploración es parte fundamental del círculo virtuoso de la minería, ya que de esta etapa y de la tecnología depende el futuro de nuestra actividad.
El caso del Perú es muy especial pues en el mundo son pocos los lugares donde se encuentran minas con un potencial mayor a los tres millones de onzas de oro. Tal es el caso de proyectos como Cerro Quilish y Conga, ambos en Cajamarca, los cuales no se han desarrollado hasta el momento por motivos sociales. Otro ejemplo de este potencial son las reservas de oro ubicadas en Lagunas Norte y en la zona de Pataz, en la cordillera oriental de La Libertad. Según el Ministerio de Energía y Minas, La Libertad y Cajamarca son las regiones que sustentaron el 61% de la producción nacional de oro en 2015.
Entonces nos preguntamos, ¿qué debemos hacer para poner en valor estos recursos naturales? Es preciso responder con un ejemplo: En Buenaventura teníamos un yacimiento de oro llamado Breapampa, en la provincia ayacuchana de Parinacochas. Al principio le pertenecía a Newmont, pero no estaban muy convencidos del proyecto pues era muy pequeño y las exploraciones determinaban que no había mayores recursos. Entonces Buenaventura llegó a un acuerdo con Newmont para explorar la zona y obtuvimos la misma conclusión. Lo consulté con mi padre, don Alberto Benavides de la Quintana, y le mencioné que probablemente no se justificaba el esfuerzo de invertir debido a su tamaño. Él se volteó y me dijo: si una compañía peruana con tantos años como Buenaventura no es capaz de desarrollar una mina pequeña, ¿entonces quién la va a sacar adelante?
Fue así que decidimos adquirir el yacimiento y operarlo durante cuatro años. Si bien la mina está en proceso de cierre, ha dejado una carretera que conecta Cora Cora con Yauca, en la costa, además de proyectos productivos y cientos de jóvenes capacitados, muchos de los cuales ya han sido contratados por distintas empresas mineras, algunos de ellos incluso por Buenaventura. Esto demuestra que la minería, independientemente de su tamaño, contribuye con el desarrollo de las poblaciones de su entorno.
Hoy que estamos de cara al inicio de un nuevo gobierno, el cual ha sido elegido democráticamente por todos los peruanos, es importante contar con un plan estratégico que detalle la mejor manera de poner en valor los recursos naturales de nuestro país, como el oro. Si identificamos nuestras fortalezas, sabremos en qué nos apoyaremos para impulsar el crecimiento que tanto anhelamos.
El gobierno entrante debe tener una visión clara y firmes convicciones sobre lo que se debe hacer a fin de reactivar la economía. Para empezar, se debe trabajar con las comunidades, establecer vínculos estrechos para permitir que actividades sostenibles acompañen el desarrollo minero, en un marco de seguridad, salud y cuidado del medio ambiente.
Un tema que debe evitar la nueva administración gubernamental es la dicotomía “agua sí, oro no”, pues es una contradicción innecesaria que ha provocado el retraso de diversos proyectos de envergadura.
Comencemos por comunicarnos adecuadamente y trabajar de la mano para generar una economía de escala que permita mejorar y aportar infraestructura. En ese orden de cosas, debemos promover la Hermandad del Agua entre minería y agricultura, en la que las empresas mineras contribuyen con “sembrar agua”, es decir, construir reservorios en las partes altas de los Andes para asegurar el recurso hídrico, en cantidad y calidad, en las épocas de sequía.
Como hemos dicho en reiteradas ocasiones, en el Perú sobra agua. La clave está en saber gestionarla para su mejor aprovechamiento en beneficio de todos. La Autoridad Nacional del Agua sostiene que en el país consumimos solo el 1% del agua de lluvia, y de este 1% la agricultura utiliza el 80%, mientras que las poblaciones consumen el 13%. Por su parte, la industria emplea el 6% y la minería solo el 1%, y además contribuye con reservorios como El Perol, Pillones o Bramadero, los cuales tienen la virtud de dar agua para la mina, para la agricultura y para la población, entre otros usos. Como vemos, el agua, el oro y la agricultura pueden convivir perfectamente.
Esperamos que en los próximos años logremos conciliar criterios con las comunidades vecinas a los proyectos mineros con el apoyo de un Estado positivo y eficiente, a fin de lograr un desarrollo armónico liderado por la minería y acompañado por todos los demás sectores productivos.