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Cinco ciudades que surgieron cerca a operaciones mineras

Muchas operaciones mineras, al ser de largo aliento, transformaron sus campamentos en pequeñas urbes con el paso del tiempo

Cinco ciudades que surgieron cerca a operaciones mineras

Varias ciudades del interior del país se formaron alrededor de campamentos mineros que con el transcurso de los años fue creciendo hasta tener una estructura administrativa pública, propia para gestionar las necesidades de la población que tenía como fuente de trabajo la minería. En ese sentido, las ciudades suelen ser posteriores a la operación minera y no al revés.

Esta secuencia se ha repetido no solo en el Perú sino también en varias ciudades del mundo con operaciones mineras. En el Perú los casos son las ciudades de Quiruvilca, La Oroya, Cerro de Pasco, Morococha e Ilo, cuya formación como ciudad ha tenido como semilla un campamento minero donde habitaban los trabajadores de varias operaciones del sector.

Por estar muy próximas a las operaciones mineras, varias de ellas, inclusive han tenido que mudarse en función al crecimiento de la operación minera y porque las condiciones de habitabilidad no son las más adecuadas.

La ciudad de Cerro de Pasco ha sido el soporte de cuatro siglos de explotación de minerales extraídos desde sus más rocosas entrañas, y aún su suelo sigue teniendo vigencia minera. El plomo, zinc, cobre y plata producidos en esta ciudad, ubicada a 4.380 metros de altura, ayudaron al desarrollo industrial del país.

Llamada por los españoles La Ciudad Real de las Minas, Cerro de Pasco atrajo mineros de todo el mundo y llegó a contar incluso con nueve consulados (entre ellos de Yugoeslavia, Austria, Gran Bretaña y Estados Unidos), esto sobre todo con el ingreso en 1902 de la empresa de capitales estadounidenses: Cerro de Pasco Corporation, que llevó la explotación minera en Pasco a magnitudes industriales.

Es así como en 1956 la empresa empezó a explotar minas de tajo abierto y una de ellas se ubica en medio de la ciudad. Tras la expropiación estatal en 1973 y con el ingreso a estas operaciones de Centromín, la gran fosa de minerales de Cerro de Pasco continuó consumiendo parte de la ciudad.

Desde 1999 se ha hecho cargo de esta operación Compañía Minera Volcan, la cual ha determinado que para que la mina de Pasco mantenga vigencia es necesario seguir explotando zonas que hoy son parte del área urbana. Pero más aún, cientos de estudios, tanto locales como internacionales, indican que el hecho de que la población y la mina compartan un espacio común es inconveniente.

Como muchas ciudades mineras, Cerro de Pasco creció de forma desordenada, la planificación estuvo ausente y hoy aún continúa debatiendo la posibilidad de un traslado a una zona próxima. El nuevo Cerro de Pasco estaría ubicado entre las poblaciones de Villa Pasco y Ninacaca. Aún no hay estimados respecto a la inversión que requerirá esta obra.

La Oroya, ubicada en Junín,  es otro clásico ejemplo. Constituida como  una villa (Villa La Oroya), su historia como población se inicia justamente a partir de 1922 cuando la Cerro de Pasco Corporation instala ahí la primera planta metalúrgica del país. La ciudad no estaba preparada para crecer como asentamiento urbano y se ha constituido en un estrecho corredor de viviendas. La población incluso ha tenido que ganar gran parte de terrenos a los cerros aledaños.

El distrito de Morococha, es otro ejemplo casi clásico. La población se fue constituyendo gradualmente en la medida que los trabajadores mineros se asentaron en los alrededores considerando que su traslado a sus poblaciones de origen (principalmente eran de las zonas de Jauja y Huancayo), cada vez se hacía más pesado.

EN OTRAS PARTES DEL MUNDO

Pero si alguien busca ejemplos más allá de las fronteras, las hay. En Chile se formó la ciudad de Chuquicamata (también conocida como ‘Chuqui’) y luego de 92 años de existencia tuvo que ser “desmantelada” por acción del crecimiento de la operación minera. Esto ocurrió en el 2007.

Cinco años atrás, Codelco, operador de la operación, propuso el traslado de 10.000 pobladores de Chuquicamata a la ciudad de Calama, ubicada en el norte de Chile.

La resistencia inicial de los pobladores fue obvia, la mina era un vecino incómodo y necesario para su subsistencia, y no entendían por qué tenían que dejar sus casas y mudarse, más aún a una ciudad como Calama que en un tiempo fue mucho más pequeña que la ciudad minera.

Y si uno busca ejemplos en otras coordenadas también hallará el ejemplo de Kiruna, ubicada en el norte de Suecia, cuya ciudad creció en función de la explotación de hierro cercana a la población. Sin embargo, los pobladores, al asentarse, no consideraron que en el futuro se convertiría en la explotación de hierro más grande del mundo a tal punto que debajo de la ciudad había contenido metálico. Así, este poblado decidió la mudanza de la ciudad en el 2004 a  una zona ubicada a 4 kilómetros.

Kiruna es un pueblo cuyos edificios públicos, -como la iglesia, la alcaldía y el auditorio principal (‘city hall’)- son únicos entre la arquitectura escandinava, por lo que han tenido que ser desensamblados íntegramente para reconstruirse en lo que será el nuevo poblado, al cual LKAB (la empresa minera) ha dotado de nuevos y mayores servicios (nuevas carreteras, estación de ferrocarril, y una nueva presa para embalsar agua de un lago próximo a la ciudad). Se trasladaron a alrededor de 6.000 personas y se invirtió cerca de US$700 millones.

INCONVENIENTES

Las minas suelen llegar antes que las ciudades y en el largo plazo esto genera problemas de convivencia. La minería moderna se está cuidando de no fomentar la formación de nuevas ciudades y por el contrario fortalecer el desarrollo de las ya existentes.

Compañía Minera Milpo, por ejemplo, desbarató su campamento El Porvenir y ha obligado a los trabajadores a instalarse en Cerro de Pasco. Igualmente, Yanacocha, ha integrado a sus trabajadores a la ciudad de Cajamarca y Cerro Verde está haciendo lo propio en Arequipa.

Los campamentos mineros nunca se proponen ser ciudades, pero cuando esto sucede el problema que se genera es muy grande y la solución del traslado suele ser compleja: requiere de mucha paciencia, de comunicación y de múltiples estudios para lograr que un reasentamiento tenga los menores impactos posibles en la población, que por generaciones ha confiado en la minería y espera seguir haciéndolo.

Fuente: El Comercio

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