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Fertilizantes NPK: El punto de unión entre minería y la agricultura

Las crisis globales recientes y proyecciones de crecimiento de la población mundial han reactivado la preocupación mundial respecto a si la agricultura podrá atender la demanda alimentaria de la tierra a futuro.

Hasta el 2022, el conocimiento de los nexos existentes entre las industrias de extracción de
fosfatos, potasa o nitrógeno y la industria agrícola global, se limitaba básicamente al ámbito de técnicos, expertos o investigadores en esos campos. Sin embargo, desde ese año, eso cambió
sensiblemente.

Concretamente desde el 24 de febrero del 2022, fecha en que Rusia invadió Ucrania, lo que desencadenó una serie de complejas situaciones, políticas y económicas, de alcance mundial.

Pero entre los varios efectos económicos hubo particularmente dos que-como no había ocurrido en las últimas décadas- dispararon la preocupación del mundo y ubicaron el debate sobre el futuro alimentario de la civilización en la agenda prioritaria de discusión global: por un lado, la súbita escasez de granos en el mercado europeo, cuya producción era liderada entonces precisamente por Ucrania; y, por otro, el recorte de la oferta y posterior exponencial incremento que
experimentaron los precios de los fertilizantes, de los que Rusia es uno de los mayores productores globales.



Por las consecuencias, riesgos y oportunidades que desde entonces se han generado en la industria agroalimentaria global, así como por ser la bisagra que une a esta con las industrias minera, gasífera y petrolera, en este informe analizaremos la situación y perspectivas de los fertilizantes químicos y los mercados de sus tres principales insumos: nitrógeno, fósforo y
potasio.

FERTILIZANTES: MÁS NECESARIOS QUE NUNCA

Al igual que la agricultura, el uso de los fertilizantes en esta actividad básica para el sustento humano ha sido parte del desarrollo de todas las civilizaciones en el mundo.

En la agricultura premoderna, estos estaban constituidos por sustancias naturales orgánicas -restos de vegetales o animales- que servían para mantener o mejorar la fertilidad de los suelos y las cosechas, que se realizaban en forma artesanal y básicamente servían para la subsistencia de los propietarios de las tierras.

Sin embargo, la expansión de los imperios, y el posterior desarrollo industrial, que trajo consigo la creación de fábricas, ciudades y conglomerados humanos en las urbes, generó el consecuente aumento sostenido de la demanda de alimentos, lo que impulsó la expansión y diversificación del agro, la generación de mercados para los cultivos y, por tanto, la necesidad de elevar la productividad de los campos más allá de sus ciclos naturales de reposición de nutrientes.



Estas necesidades, aunadas a los avances científicos que ese proceso generó, derivaron en que, desde inicios del siglo XX -y como resultado de la aplicación en las cosechas de derivados del nitrógeno, el potasio y el fósforo, elementos químicos descubiertos entre los siglos XVII y XVIII-, el mundo viera surgir gradualmente lo que hoy se conoce como fertilizantes químicos.

Y, a la par, viera también desde entonces cómo se establecía, entre la agricultura y los fertilizantes químicos, un vínculo de dependencia de tal magnitud que hoy puede afirmarse, sin ninguna duda, que la existencia de la primera sería imposible sin los segundos.

Lea el informe completo en nuestra edición 166 de Rumbo Minero, aquí.

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