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¿Qué hacemos con los proyectos «zombies»?

Lo que ha caracterizado toda campaña y narrativa antiminera es el aspecto ambiental. Las organizaciones y grupos locales que han tenido éxito han usado ese argumento.

A lo largo de 22 años, hemos visto diversos proyectos mineros paralizados por la gestación y desarrollo de diversos conflictos, la mayoría de ellos, calificados por reportes oficiales como «ambientales» o «socioambientales».

Estas paralizaciones terminan por acabar con la propuesta de proyecto, como fue el caso del proyecto Tambogrande, en Piura, o paralizarlos como ha sido el caso de Río Blanco también en Piura, o Conga, en Cajamarca. El de Quilish, también en Cajamarca, fue otra paralización de la que casi nadie se acuerda.

De esta forma, se han convertido en parte de la narrativa antiminera, y cual zombies, su recuerdo es resucitado para avivar las tensiones y campañas en contra de la minería formal, con mensajes excluyentes y desafíos a la autoridad nacional, proclamando la imposibilidad de una coexistencia entre el agua, la minería y la agricultura. Los proyectos zombies son útiles como en la leyenda, sin que puedan tener oportunidad de volver a la vida.

Veamos cómo operan los creadores de estos zombies. Primero recordemos que lo que ha caracterizado toda campaña y narrativa antiminera es el aspecto ambiental. Las organizaciones y grupos locales que han tenido éxito han usado ese argumento, añadiendo la alarma apocalíptica ante impactos que un poco menos acabarían con todo signo de vida en los entornos mineros.



En el caso de Piura, por ejemplo, el modus operandi se basa en resaltar un «modelo de desarrollo» alternativo a la minería que no existe y que mantiene por décadas a las poblaciones de la margen izquierda del Río Piura sin agua de calidad. Este caso es importante pues representa la raíz del movimiento antiminero actual.

El proyecto Tambogrande de la minera Manhattan fue expulsado de la zona y no hay ya proyecto ahí. Pero generó un proyecto zombie que es Rio Blanco, ubicado en Huancabamba, que hasta la fecha no puede obtener permisos y es usado por la narrativa antiminera cada cierto tiempo para reavivar la galaxia zombie.

Por su parte, los creadores de estos proyectos han sabido usufructuar políticamente el tabú antiminero, y en el caso de Tambogrande han sido sucesivas las gestiones ediles que han hecho eco de esta prédica, manteniendo un statu quo que persiste hasta ahora y manteniendo una alianza con grupos antimineros.

Fue al mismo alcalde de Tambogrande que surgió del Movimiento Agro Sí, a quien encontramos el primer fin de se mana de enero del 2004 en el anexo de Portachuelo, CC de Yanta, en Ayabaca, haciendo prédica antiminera contra -en aquel entonces proyecto Majaz- hoy llamado Río Blanco, y usando camionetas de la municipalidad.

Tiempo después, Río Blanco enfrentó también una ilegal consulta antiminera y hoy su conflictividad está conectada con lo que ocurra en Tambogrande, de hecho, hace unas semanas se realizó en Ayabaca un encuentro de organizaciones ronderas y otros para expresar su rechazo a la minería.

En Cajamarca, cada cierto tiempo pasa algo similar con el proyecto Conga, lo que hacen es quemar alguna maquina ria o usar electoralmente el tema. El uso electoral es la regla. Recordemos a Goyo que fue preso por corrupción. Y lamentablemente no es el único caso, de líderes supuestamente al lado del pueblo que terminan usufructuando recursos públicos.

Tía María es otro caso, aunque hoy se ha tomado la decisión de impulsarlo. Hay otra propuesta minera en Tambogrande que toma el toro por las astas frente al problema de carencia de agua.

Lea el artículo completo en nuestra edición 168 de Rumbo Minero, aquí.

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