Presidente del Instituto de Ingenieros de Minas del Perú (IIMP)
En días de convulsión social en la región, con ciudadanos en las calles exigiendo masivamente cambios y mejoras para su futuro, resulta pertinente dar una mirada a la situación de nuestro país para analizar cómo venimos avanzando como sociedad.
El Perú, al igual que los países de la región, vamos por caminos paralelos, unos delante de otros, con mejores o similares indicadores, pero con los mismos objetivos: superar temas urgentes como la pobreza y la desigualdad en nuestros respectivos territorios.
Así, en estas últimas tres décadas, los peruanos hemos afrontado etapas muy difíciles como la lucha contra el terrorismo y una catástrofe económica que causó mucho daño y retroceso a nuestro país.
Sin embargo, como sociedad, hemos podido salir de esta vorágine debido a las medidas políticas económicas planteadas en su momento, así como al empuje de industrias como la minera, que ayudaron a este país en vías de desarrollo a recuperarse a nivel socioeconómico.
Hoy, con un mejor semblante y cierta estabilidad económica, tenemos la posibilidad de lograr mucho más y de enfocarnos en acortar las brechas que nos separan. Estas se acentúan principalmente en nuestras regiones, las cuales han avanzado a ritmos distintos que Lima, desde hace buen tiempo.
Bajo dicha premisa, podríamos hacernos algunas interrogantes: ¿qué estamos haciendo actualmente desde nuestra posición para corregir estas desigualdades?, ¿cuál es el camino que hemos delineado para alcanzar el desarrollo de nuestras regiones? ¿cuál es la agenda pendiente para los próximos años?
Lo que vemos, es que, si bien desde el gobierno central existe la intención de generar cambios, a través de instituciones como el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan), para poder avanzar en este aspecto -esfuerzos que saludamos- aún no existe mucha claridad al respecto.
Por ejemplo, notamos que aún no es posible conocer con exactitud la visión de futuro de las distintas regiones y su vínculo con la minería, siendo esta la industria que más aportó en el crecimiento del país y en la reducción de la pobreza en los últimos años.
Ello se refleja en sus respectivos Planes Regionales de Desarrollo Concertados. Aquí hace falta el monitoreo del Minem, ente rector del sector, y de las entidades competentes para actualizarlos y alinearlos en una sola hoja de ruta.
La minería posee un tremendo poder descentralizador porque genera fuertes focos económicos lejos de las ciudades. Es la única actividad económica que está presente llevando prosperidad, donde normalmente no llegan otras industrias.
Pero no solo eso, su productividad es inmensamente superior a otras actividades económicas. Es decir, es altamente competitiva y puede tranquilamente ayudar a otras actividades económicas a surgir, como a la agricultura, que emplea a una gran cantidad de peruanos. Esta es una tarea conjunta con el Estado que pasa por innovar el campo y potenciar su productividad.
Como señala el libro “Cuando despertemos en el 2062. Visiones del Perú en 50 años”, publicado por la Universidad del Pacífico, en los países emergentes como el nuestro, es indispensable homogeneizar la economía. Aproximar las productividades hasta donde sea posible entre sectores, contribuirá a mejorar la calidad de vida de más peruanos.
En este punto, también es importante señalar que uno de nuestros desafíos, es implementar una mejor gestión del gasto público, principalmente en nuestras regiones. Es preocupante que hacia finales de octubre del 2019 solo se haya ejecutado el 46.4% (S/ 22.706 millones) de la meta estimada para este año (S/ 48.982 millones) a nivel nacional, según informaciones del MEF.
Barreras como estas, junto a la corrupción y al centralismo histórico, son las que debemos derrumbar para hacer llegar a nuestra población los múltiples beneficios que brindan industrias como la minera, que han logrado acompañar los procesos de desarrollo en otros países del mundo, que pasaron de economías marginales a estados de bienestar.
Estados de bienestar
Claros ejemplos son Suecia, Canadá o Australia, países potencia en minería que lograron metas sociales muy importantes, y aún las mantienen. Podemos resaltar el caso de Suecia, cuya experiencia es muy valorable. Este país a partir de sus desafíos técnicos en minería logró impulsar otros campos como el tecnológico e innovador. Hoy en día más del 60% de tecnología minera subterránea global es suministrada por empresas suecas. Y como todo estado de bienestar, ello lo consiguió con el soporte de la academia, de casas de estudios prestigiosas como la Universidad Técnica de Lulea, considerada actualmente el centro de la investigación de minerales de Europa. Sin embargo, es importante anotar que lograr implementar el estado de bienestar de un país no es nada fácil, requiere mucho esfuerzo en conjunto; sobre todo, requiere el respaldo de una industria que garantice a través de sus aportes (impuestos) el sostenimiento de los servicios de salud, educación o vivienda, para los ciudadanos. En especial, para los más desprotegidos.
En nuestro país, esa visión debe plantearse. Elegir a la industria minera como nuestro principal pilar de desarrollo es quizá el primer paso. El día que todos los peruanos nos convenzamos de esto, el Perú logrará caminar más rápido hacia ese desarrollo y esa prosperidad que todos buscamos.
Australia lo hizo. Canadá lo hizo. Suecia lo hizo. Nosotros también podemos hacerlo. ¿Qué nos falta en el Perú para elegir la minería como ese motor de desarrollo, de camino a la prosperidad y estado de bienestar que buscamos?
He ahí la pregunta. Necesitamos unir fuerzas, confrontar ideas, decidirnos a construir un mejor futuro para todos. No desaprovechemos esta magnífica oportunidad que nos ofrece nuestra industria minera para progresar. Como diría aquel técnico del Cienciano, campeón de la Copa Sudamericana, que unió a todos los peruanos en su momento: ¡Sí se puede!
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