Quienes queremos que el Perú sea un país del Primer Mundo para la generación de nuestros hijos y nietos, tenemos la obligación de plantear una visión al 2050. No debemos enfrascarnos en la discusión de los últimos 13 o 14 años, que nos han hecho perder tiempo en que hemos desacelerado dramáticamente nuestro crecimiento. Debemos más bien mirar al futuro, usando todas nuestras potencialidades.
Desde la industria minera, proponemos el aprovechamiento de nuestras fortalezas y ventajas competitivas, esencialmente nuestro importante potencial geológico, para sustentar económicamente la inversión en educación y la transformación requerida para competir en tecnología e innovación y aportara un mejoramiento radical de nuestro índice de Desarrollo Humano.
Es indiscutible que la minería contribuye a la mejora de la calidad de vida de la población, a través de la generación de empleo y riqueza para nuestras regiones. Aportó en la última década, más de S/ 85 mil millones en impuestos y otros gravámenes, de los cuales, S/ 38 mil millones fueron destinados a las regiones vía canon y regalías.
No obstante, si queremos potenciar un desarrollo integral de nuestro país, necesitamos que otras industrias puedan reforzar sus actividades y para ello, la minería actúa como una locomotora pura impulsar el desarrollo económico a través de cadenas productivas.
¿Cómo podemos lograr que la minería contribuya a este fin?
Si vemos lo que hacen nuestros competidores en el mundo – como Estados Unidos, Canadá, Australia o Chile- apreciamos que estos cuentan con un Estado que aprovecha el rol de la minería y, de esa manera, facilita el desarrollo de la construcción de infraestructura, sin cargársela a un proyecto específico. Pero de otro lado, el Estado asume su rol para redistribuir la riqueza con convicción y combatiendo la corrupción, es por ello que no se exige a las empresas suplir la ausencia del Estado, pues este, debidamente estructurado, trabaja en un objetivo común.
Por otro lado, el denominador común de estos países es, además, su fuerte trabajo en educación, innovación y tecnología. Naturalmente, esto permite una generación significativa de universitarios y proveedores de bienes y servicios con importantes calidades técnicas.
En nuestro país, a pesar de nuestros políticos y frenos burocráticos, el sector minero ha Llegado a identificar un portafolio de proyectos por más de US$ 58 mil millones, un tercio de los cuales se encuentra en etapa bastante avanzada y que, con liderazgo político, podrían iniciar construcción en los cinco primeros años venideros. Esos primeros US$ 20 mil millones de inversión, serían una primera importante inyección de recursos, capaz de dar el primer impulso para reactivar nuestra impactada economía. Las otras dos terceras partes del portafolio podrían completarse hacia el año 2030.
Con lo dicho, el Perú puede duplicar su producción de cobre, incrementar sus exportaciones en más de US$ 30 mil millones, contribuirá nuestro PBI con US$ 45 mil millones y generar empleos directos, indirectos e inducidos por cerca de 2.3 millones de puestos de trabajo. Pero más importante aún, nuestra industria minera moderna requerirá que todas las nuevas profesiones y técnicas se sumen para agregar valor, aumentar seguridad, mejorar la sostenibilidad y cuidado del ambiente, así como optimizar el uso de recursos hídricos.
Una propuesta que debiéramos acoger, es que las exigencias y estándares aplicados a la industria minera en primera instancia, luego se con vierta en reglas de aplicación transversal y universal, a todas las actividades económicas del país. Con la aplicación de estas “mejores prácticas”. crearemos más valor, haremos extensivo el desarrollo tecnológico y haremos un real aporte a la sostenibilidad y cuidado del medio ambiente.
En el Perú, a diferencia de los países mencionados, la innovación, tecnología y educación no han sido el núcleo de nuestra visón y estrategia de desarrollo. Australia, por ejemplo, país tan minero como el nuestro, realiza este trabajo desde hace muchos años y ha logrado que sus exportaciones de servicios de tecnología e innovación aplicada sean equivalentes al 45% del valor de sus exportaciones mineras. Solo así incorporaremos en el ADN de nuestra juventud un genuino interés por la innovación y tecnología, que nos permita tener una nueva visión al 2050.
Estos son los modelos a los cuales debemos aspiran una minería como eje y catapulta fundamenta] para el desarrollo de riqueza, propulsora de otras industrias, de la ciencia y tecnología.
En el mundo, el Perú se ha destacado por su potencial geológico y sus grandes posibilidades para desarrollar proyectos mineros. No obstante, esta no es una condición suficiente para competir, pues nuestros pares tienen como regla básica, el “imperio de la ley”, condición indispensable para atraer inversiones.
Después de la gran turbulencia política de este lustro, tenemos el deber de “llegar a términos” entre los ciudadanos y mostrar al mundo, una cara llena de optimismo y unas manos limpias.