El mineral constituye el “insumo fundamental, transversal y, al menos por ahora, irremplazable de la nueva revolución tecnológica en ciernes”, y Argentina lo tiene.
El litio es un insumo irremplazable de la nueva revolución tecnológica mundial que avanza hacia la utilización de energías más limpias y amigables con el medio ambiente. Para Argentina, como la segunda reserva a nivel mundial, este mineral podría representar una oportunidad para proveer el 17% de la demanda global hacia 2030, con exportaciones por valores entre US$ 2.000 millones y US$ 3.500 millones anuales.
Así lo afirmó un trabajo del Centro de Estudios para la Producción XXI (CEP XXI) denominado “Del litio a la batería: análisis del posicionamiento argentino”. Allí, se consignó que este mineral constituye el “insumo fundamental, transversal y, al menos por ahora, irremplazable de la nueva revolución tecnológica en ciernes”.
“La batería de ion-litio, nuevo vector de desarrollo, está transformando una gran variedad de industrias y actividades en todo el mundo, mientras que todo parece indicar que seguirá haciéndolo durante las próximas décadas, de la mano principalmente de la transición hacia la movilidad eléctrica, que hoy se avizora como clave para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero responsables del calentamiento global”, destacaron Daniel Schteingart, director del CEP XXI y el economista Nadav Rajzman, a cargo del informe.
Sin embargo, a pesar de que este tipo de baterías genera muchas expectativas, aún representa sólo una pequeña fracción de otros mercados. En esa línea, el reporte subrayó que la consultora especializada CRU estimó que en 2020 la cadena de valor del litio, desde su extracción a la batería, contabilizó alrededor de US$ 30.000 millones, aunque por las perspectivas de rápido crecimiento se proyectan casi US$ 290.000 millones en solo una década.
Oportunidad de Argentina
Los autores mencionaron que, a pesar de ser uno de los elementos más abundantes en la naturaleza, dada su alta reactividad química, su aprovechamiento es económicamente viable únicamente en los yacimientos con las concentraciones más elevadas.
En este sentido, Argentina resulta ser un territorio “privilegiado”, ya que en la región noroeste existen salares con elevadas concentraciones de litio, que constituyen la segunda fuente de este recurso en el mundo. Vale recordar que junto con Chile y Bolivia, nuestro país forma parte del denominado Triángulo del Litio.
Recursos de litio según tipo de yacimiento y país
“Si bien Argentina participa actualmente como proveedor de compuestos químicos de litio, el debate actual, en el país y en el mundo, se centra en cómo aprovechar de la mejor manera los activos estratégicos disponibles para insertarse en la nueva cadena de valor que el litio y sus baterías están construyendo a nivel global”, apuntó el CEP XXI.
El trabajo precisó además que es necesario avanzar hacia un horizonte en el que nuestro país pueda producir en principio las celdas, que constituyen la unidad más pequeña y crítica de una batería. Esta se compone a grandes rasgos de dos polos (cátodo y ánodo), separados por una sustancia conductora (electrolito) y unidos por un circuito externo. Las celdas son utilizadas como bien intermedio del proceso de ensamblado: varias conforman un módulo de baterías que a su vez constituyen packs, al conectarse a placas de control y sistemas de refrigeración.
“Las crecientes escalas de producción, que se duplican aproximadamente cada cinco años, generan una creciente integración con la industria de vehículos eléctricos (VE) e impulsan nuevas inversiones para producir celdas y baterías en países o regiones donde esta industria muestra mayor empuje y perspectivas de crecimiento. A esto deben añadirse los ingentes esfuerzos fiscales que están realizando gobiernos de países desarrollados, incentivando la instalación de “gigafactorías” de baterías en sus territorios”, detallaron los investigadores a cargo del trabajo.
Por lo tanto, contar con el recurso del litio, si bien es un insumo esencial e irremplazable para la fabricación de baterías de ion-litio, puede ser necesario pero no suficiente para avanzar en la producción de celdas. “Para ello es fundamental avanzar en el desarrollo de VE en sus diferentes formatos, tarea en la que Argentina se encuentra dando sus primeros pasos”, agregó el CEP XXI.
Vale recordar que esta semana el Ministerio de Desarrollo Productivo presentó el Proyecto de Ley de Movilidad Sustentable, con el que busca dar un marco regulatorio para avanzar de cara a la electromovilidad. La norma prevé, entre otras cosas, beneficios fiscales para productores y consumidores de este tipo de vehículos.
Por otro lado, explicaron que en un horizonte temporal menor, la elaboración de partes de baterías (en especial cátodos) aparece como una opción más factible, aunque requiere sortear dificultades como la integración en la cadena de proveedores de las grandes empresas productoras y la disponibilidad de otros minerales como cobalto o hierro que, al menos por ahora, “no se encuentran disponibles en el país”.
Actualmente, Argentina cuenta con dos proyectos de litio en Salta y Jujuy respectivamente, que proveyeron el 7,6% de la oferta global en 2020 y exportaron cerca de 33.000 toneladas de carbonato de litio equivalente (LCE, por su sigla en inglés). Variabilidad de precios internacionales mediante, entre 2016 y 2019 aportaron entre US$ 190 millones y US$ 275 millones en exportaciones, cifra que disminuyó a US$ 129 millones en 2020, debido a la pandemia. “La ampliación de estos proyectos y la construcción de un tercero, ya en marcha, permite prever que la producción local se triplicará hacia 2024 y se acercará a las 120.000 toneladas LCE”, estimó el informe.
Existen además otros siete proyectos que se encuentran evaluando métodos de producción con plantas pilotos o están próximos a hacerlo y otros 10 adicionales en etapas avanzadas. “Si al menos los primeros se pusieran en marcha durante los próximos años, la capacidad productiva local podría superar las 300.000 toneladas LCE, lo que permitiría proveer el 17% de la demanda de litio global hacia 2030, con exportaciones por valores entre los US$ 2.000 millones y US$ 3.500 millones anuales.
Necesidad de avanzar
En el caso de que no se pudieran poner en marcha los proyectos de litio de nuestro país en un futuro cercano, el CEP XXI advirtió que existen en el mundo suficientes reservas cuantificadas para cubrir la demanda de los próximos diez años y los avances tecnológicos podrían poner en riesgo las ventajas comparativas locales. Por eso, “empujar la puesta en marcha de la mayor cantidad de operaciones locales será una tarea en la que los gobiernos provinciales, con el apoyo del nacional, deberán trabajar para no dejar pasar la ventana de oportunidad abierta”.
Demanda de litio
Asimismo, Schteingart y Rajzman aseguraron que existen diferentes alternativas para mejorar el perfil local de la producción de litio. En concreto, “Argentina hoy percibe un precio unitario por tonelada exportada que se encuentra por debajo del promedio mundial. Si bien esto obedece a múltiples factores, la posibilidad de mejorar esa relación precio/calidad es real”, sostuvieron.
Finalmente, escribieron que la reciente creación de la división de litio de YPF es una oportunidad para incrementar la participación nacional en proyectos y desarrollar aún más la cadena local de proveedores. Tanto en Chile como en Australia la mayoría de los proyectos cuentan con participación de empresas locales, lo cual permite influir en la toma de decisiones y estrategias que sigue cada uno; de esta manera, la participación local mejora la injerencia y favorece el desarrollo local.
En materia de proveedores, la empresa petrolera cuenta con una larga trayectoria en sectores petroquímicos, con cierto punto de contacto con la actividad que se desarrolla en las salmueras, por lo que su experiencia y capacidad “podría ser positiva para aumentar la densidad de la cadena de proveedores local”.
Finalmente, los autores exhortaron a que el aprovechamiento de nuestras reservas de litio tiene que llevarse a cabo mejorando sistemáticamente los estándares ambientales. Esto involucra el diseño e implementación de políticas de prevención, reducción y mitigación de impactos negativos, así como el control y gestión de los riesgos ambientales, y la restauración y la compensación ambiental.
En este sentido, concluyeron, “todo emprendimiento debe desarrollarse con la premisa de preservar los servicios ecosistémicos de su territorio, internalizando los retos del cambio climático (por ejemplo, reducción de emisiones de carbono vía mayor eficiencia energética y/o uso de energías limpias) y propiciando una mayor economía circular”.
Fuente: El Economista