Autor: Horacio Dib Ashur, Jefe de Servicios Ambientales
La producción de petróleo y gas en Argentina ha experimentado un crecimiento sostenido en los últimos años, alcanzando máximos históricos. Este auge, impulsado principalmente por el desarrollo de la cuenca neuquina y en particular de Vaca Muerta, ha posicionado al país como un actor clave en el escenario energético regional. Sin embargo, este crecimiento plantea desafíos importantes en términos de gestión ambiental, especialmente en lo que respecta a la protección de los recursos hídricos subterráneos.
Vaca Muerta se ha convertido en el epicentro del desarrollo petrolero argentino, con proyecciones de crecimiento sostenido en los próximos años. Sin embargo, su explotación plantea desafíos ambientales significativos, que requieren una gestión cuidadosa y la implementación de medidas de mitigación.
Gráfico 1: Evolución de la producción de petróleo en la cuenca neuquina 2009-2024
Gráfico 2: Evolución de la producción de gas en la cuenca neuquina 2009-2024
Para garantizar un desarrollo sostenible de Vaca Muerta, es fundamental realizar una caracterización ambiental detallada de los sitios a ser intervenidos por la industria petrolera. Esta caracterización permitirá identificar los factores ambientales más sensibles y establecer las medidas de monitoreo y control necesarias. Dada la naturaleza de las actividades de perforación, actividad destacada en la industria del oil&gas, el agua subterránea se erige como uno de los recursos más vulnerables. Es por ello que se requiere un monitoreo constante de la calidad y cantidad de agua subterránea en las áreas de influencia de los proyectos petroleros. Asimismo, el monitoreo y la mitigación inmediata de las acciones ejercidas sobre el suelo es fundamental, dado que dicha matriz recibe el impacto en primera instancia.
La evaluación de los factores ambientales que potencialmente podrían ser afectados por la actividad petrolera, se inicia con los estudios ambientales del sitio.
El estudio de los componentes del entorno se inicia con una evaluación ambiental de sitio Fase I (bajo norma ASTM E1527-00), que comprende un proceso sistemático de examinación de documentación existente del sitio y las instalaciones, registros normativos y legales, estudios ambientales previos, mapas geológicos e hidrogeológicos, planos de ingeniería, información provista por personal idóneo, registro de antecedentes, denuncias, reparaciones realizadas, entre otros.
Esta fase de investigación preliminar estará destinada a tener un enfoque primario de las condiciones ambientales del sitio por medio de evaluaciones in situ, además de determinar la relación que lleva adelante la propiedad o instalación con el medio ambiente. El objetivo de la evaluación del estudio de Fase I es el de identificar condiciones ambientales donde se determine la presencia o la probable presencia de cualquier sustancia peligrosa o productos de petróleo sobre el predio o en las inmediaciones del mismo, identificando condiciones que indiquen un incidente o un potencial incidente en el suelo, agua subterránea o superficial. Con la evaluación ambiental Fase I se identificarán posibles riesgos de contaminación al medio ambiente, pero no se definirá su alcance. La información generada en esta etapa dará lugar a la elaboración del Modelo Conceptual Preliminar del Sitio (MCPS).
A partir de la revisión del MCPS, el estudio del sitio continúa con la evaluación ambiental Fase II (bajo normas ASTM E1903-97 y ASTM-E 2531-06). Los objetivos de esta evaluación son:
- En la medida de lo posible, identificar focos primarios y secundarios de la afectación.
- Identificar los Compuestos de Interés (CDI) mediante muestreos de las diferentes matrices (suelo, agua subterránea, agua superficial, otros materiales, etc).
- Establecer las concentraciones de los CDIs y definir la existencia o no de zonas afectadas para determinar la línea de base ambiental del proyecto.
- Determinar la naturaleza, distribución y dinámica de la afectación existente en el sitio del emplazamiento, discriminando aquella adsorbida en el suelo, la disuelta en las aguas subterráneas y la presencia de Fase Líquida No Acuosa (FLNA).
- Conocer la geología e hidrogeología local, las estructuras y tipos de materiales que componen el suelo y subsuelo del sitio en estudio.
- Establecer el Modelo Conceptual del Sitio (MCS) (focos – movilización- receptores).
Como se indicó, anteriormente durante el desarrollo de esta evaluación, se realizan sondeos y calicatas para la toma de muestras de suelo. En el caso de las perforaciones necesarias para la toma de muestras de agua subterránea, se debe contar con información detallada del sitio, principalmente la profundidad de la presencia de agua subterránea. En caso de no contar con un dato preciso, es necesario realizar estudios geofísicos lo que permitirá determinar la existencia o no de un nivel saturado y las características de base del mismo.
Luego de la determinación del nivel saturado, se debe realizar un sondeo exploratorio para la ubicación de un sondeo “blanco” o de “control” situado aguas arriba de la instalación en estudio.
Una vez se ha recolectado toda la información, la evaluación de los resultados obtenidos y los procesos que se desarrollan en las instalaciones bajo estudio, se procederá a diseñar una red de pozos que permitirán evaluar la calidad de las aguas subterráneas a lo largo del tiempo.
Tanto el número de freatímetros a instalar como su localización se propondrá en función de:
- La complejidad de las instalaciones a monitorear (a mayor complejidad, mayor cantidad de freatímetros)
- La ubicación relativa de la instalación con su entorno.
- La instalación de futuros equipos como parte de ampliaciones de plantas.
- Los puntos críticos evaluados.
- La ubicación relativa del resto de freatímetros a instalar, con el fin de posibilitar el mapeo del acuífero.
- En el caso de monitorear plumas de CDI solubilizado o FLNA, el número y ubicación estarán determinados con la extensión de dichas plumas (delimitación).
Previo a la instalación de los pozos, se debe ejecutar rastreos y evaluaciones necesarias para descartar la existencia de interferencias subterráneas en los sitios seleccionados. En cada perforación, las tareas se iniciarán con un pre-drilling de forma manual, hasta una profundidad de al menos 2 m b.n.s. (metros bajo el nivel del suelo), para prevenir el eventual daño de instalaciones enterradas no detectadas en la prospección superficial.
Luego de asegurada la inexistencia de interferencias, las perforaciones continuarán con medios mecánicos, que dependerán de las características litológicas del sitio, pudiéndose realizar perforaciones con martillo de fondo o helicoides. Como regla general, las perforaciones son realizadas hasta penetrar al menos 3 m el alumbramiento del nivel de agua. Eventualmente, si se alcanzaran niveles con litologías limitantes hidrogeológicamente (por ejemplo, arcillas), se evaluará detener la perforación con el fin de evitar la generación de conexiones entre el acuífero freático y capas saturadas de niveles inferiores.
Una vez alcanzada la profundidad final estimada de cada pozo, las perforaciones se encamisarán con cañería de PVC y se deberá colocar la tapa de fondo. El encamisado deberá poseer un ranurado oblicuo (filtro), desde la profundidad final hasta 2 m por sobre el nivel freático, y luego uno tramo de tubería lisa hasta la superficie. El espacio anular entre el pozo y el encamisado se deberá rellenar con grava seleccionada de diámetro 2 a 4 mm, constituyendo así el prefiltro. Seguidamente se deberá colocar un sello de bentonita granular de 50 cm de espesor y el espacio anular entre el sello de bentonita y la superficie se deberá completar con una lechada de cemento-bentonita y material de perforación no afectado. Por último, el pozo se deberá equipar con un brocal metálico, con base de hormigón y provistos de un candado y cartelería identificatoria.
Para el diseño constructivo de los pozos, profundidad final y diámetro, se deben seguir, tanto estándares internacionales como las reglamentaciones y disposiciones particulares de las autoridades de aplicación de cada una de las jurisdicciones donde se instalará la red de monitoreo.
Figura 1: Imagen ilustrativa de un pozo instalado
Concluida su instalación y posterior desarrollo de los freatímetros, se procederá a la medición del nivel freático. La red de monitoreo instalada es necesaria para llevar adelante monitoreos periódicos de las aguas subterráneas, con mediciones de niveles freáticos que permitirán determinar la dirección de flujo del agua subterránea y con la toma de muestras para su envío y análisis de calidad en laboratorio.
La red de freatímetros y las tareas de monitoreo permitirán evaluar el desempeño ambiental del proyecto identificando posibles impactos y, en caso de corresponder, la implementación de medidas de protección ambiental. De esta manera, se garantizará en el largo plazo la sustentabilidad del proyecto.