Ad-portas de celebrar el bicentenario de nuestra independencia, enfrentamos una de las peores crisis de nuestra historia republicana, como consecuencia de la emergencia sanitaria y la severa recesión económica resultante. Hoy más que nunca, se hace necesario, dejar de lado diferencias y aunar esfuerzos, para enfrentar y superar la adversidad y construir el Perú justo y próspero que todos queremos.
Esta tarea no es imposible. Durante las dos últimas décadas, y gracias a una prudente política monetaria y fiscal, así como al incremento de las inversiones, exportaciones e integración comercial, la economía peruana ha tenido un crecimiento continuo con sólidos indicadores macroeconómicos, que ha permitido reducir significativamente los niveles de pobreza total, un repunte de la clase media en el país y poner en marcha hoy un importante programa de estímulo que facilitará la recuperación productiva.
Claro está que el crecimiento futuro del país dependerá en gran medida de la capacidad que tenga el Estado para generar condiciones que permitan potenciar la inversión privada, principal generadora de riqueza y bienestar, fortalecer la institucionalidad y el estado de derecho, reducir la informalidad y la maraña regulatoria que agobia hoy a todas las industrias, así como utilizar eficientemente los fondos recaudados.
La crisis que vivimos ha desnudado nuevamente la enorme precariedad y profundas falencias del aparato estatal. No será posible que alcancemos el desarrollo y el bienestar al que aspiramos sin fortalecer en lo inmediato las capacidades del Estado para proveer bienes y servicios públicos indispensables como seguridad, salud y educación, entre otros.
Solo a partir de esa movilización será posible alcanzar el Perú próspero que queremos, en el que las enormes brechas sociales existentes, que la actual crisis ha profundizado, queden finalmente cerradas. Y, en esa línea, el sector minero energético formal, gracias a sus altos niveles de productividad, significativo peso en la estructura del PBI del país, rigurosos protocolos, responsabilidad social y presencia en regiones, está llamado a desempeñar un papel fundamental que va más allá de la reactivación económica a corto plazo.
Nuestro país ha sido bendecido con una rica y diversa dotación de recursos naturales cuya puesta en valor podría significar, solamente en el sector minero, inversiones por casi US$60,000 millones en nuevos proyectos. La materialización de dichos proyectos resultaría en la creación de más de medio millón de nuevos puestos de trabajo formales y generaría importantes recursos para el fisco y los gobiernos subnacionales que permitan el urgente cierre de brechas sociales.
Así, en los próximos treinta años podríamos ver un Perú que trabajando unido y con valores solidarios, supo aprovechar sus enormes fortalezas, para ubicarse como una de las economías más importantes de América Latina y destino de inversión seguro, que fue capaz de revertir una severa crisis económica y poner en valor todos sus recursos naturales para cerrar sus brechas sociales, mejorando la calidad de vida de los peruanos y reduciendo la pobreza total a niveles de un dígito.