Para que las políticas ESG aterricen del papel a las actividades del día a día, las empresas enfrentan un gran desafío: consolidar una cultura que involucre a todos los actores que forman parte de la corporación.
Por Francisco Medina, Gerente de Asuntos Corporativos de Summa Gold
Desarrollar políticas ESG (gestión ambiental, social y de gobernanza) en la industria minera va más allá de ser una tendencia corporativa con ánimos reputacionales. Existe una legítima preocupación en las empresas por ser cada vez más sostenibles; y ello como un valor adicional que no sólo permite construir mejores relaciones con el entorno, sino también proporcionarle continuidad al negocio.
A nivel ambiental, la tecnología es actualmente un aliado para mantener un entorno saludable donde trabajar y convivir con las comunidades vecinas. A nivel social, se vienen realizando esfuerzos para ser más inclusivos y generar oportunidades para todas las personas, lo que conlleva derribar brechas de capacitación y educación en las zonas donde operan las mineras.
Y a nivel de gobernanza, se vienen consolidando políticas de ética y transparencia, que son indispensables para construir relaciones de confianza. Esto último, además, constituye un aporte en la lucha contra la corrupción que tanto daño le ha hecho a nuestra sociedad en las últimas décadas, donde se han visto involucradas, lamentablemente, tantas autoridades como empresas.
Partiendo de la premisa de que las prácticas ESG contribuyen a construir mejores sociedades, debemos alentar su desarrollo no solo desde el empresariado, sino también desde el Estado, que es el que brinda las condiciones para un desarrollo económico sostenible.
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En países de Europa y Norteamérica, se fomenta el cumplimiento de estas políticas a través de diversos beneficios como incentivos fiscales, préstamos especiales, subvenciones en efectivo para proyectos de enfoque ambiental, impuestos especiales para energías renovables, etc.
En el Perú, en tanto, se ven las políticas ESG como una actividad netamente de la empresa y voluntaria, aún cuando estos esfuerzos requieren inversión, compromiso, trabajo y, muchas veces, el abordaje de diversas brechas sociales en el entorno. Ahí tenemos una oportunidad de desarrollo adicional para las autoridades en nuestros esfuerzos por recuperar competitividad en un negocio global como lo es la minería.
Para que las políticas ESG aterricen del papel a las actividades del día a día, las empresas enfrentan un gran desafío: consolidar una cultura que involucre a todos los actores que forman parte de la corporación. Abarcar desde la alta dirección hasta los trabajadores, en todos los niveles, lo que implica un cambio profundo y sostenido en nuestra forma de operar. Para ello, necesitamos desde las empresas establecer una visión clara, metas y lineamientos concretos para abordar los desafíos que enfrentamos.
Hay a la fecha un avance muy significativo en buenas prácticas ESG en las grandes empresas, comprometiendo trabajadores y proveedores mineros, pero es necesario involucrar en este trabajo a las empresas locales, comunales, además de comprometer con nuestra visión a las nuevas generaciones mineras. Y a ello se suma un esfuerzo conjunto para trasladar conocimientos a otras industrias, pues sólo un trabajo articulado nos permitirá tener una sociedad mejor.