¿Cómo puede crecer sostenidamente un país que no aprovecha al máximo sus ventajas comparativas? Esa es una pregunta muy seria que el Perú deberá resolver en los siguientes años si no consigue superar el bache de inversión minera que empieza a partir de este 2023.
En términos de producción, este año se debería cosechar lo invertido en años anteriores. Después de un 2022 de malos resultados en producción a pesar de altos precios, el sector minero será uno de los principales motores que impulsarán el incremento de la economía peruana en el 2023, con un crecimiento interanual estimado de 8%.
Este mayor dinamismo permitirá que la minería continúe contribuyendo de forma significativa a la recaudación fiscal y también a la generación de puestos de trabajo más productivos, tal como lo ha venido haciendo durante los últimos dos años, en los que ha sido clave para revertir las pérdidas generadas por la pandemia.
No obstante, este potencial que ofrece la recuperación minera podría verse afectado por riesgos asociados a la intensificación de los conflictos sociales en diversas regiones del país, los cuales podrían evitar que el Perú pueda aprovechar los aún altos precios de los minerales que siguen registrándose en los mercados internacionales.
Así, si bien el corto plazo registrará la puesta en marcha de Quellaveco (Moquegua), el mediano plazo del sector se ve opacado por ausencia de grandes proyectos en el flujograma de inversiones.
A diferencia del anterior superciclo de precios de los metales de 2011 y 2012, en el que proyectos como Las Bambas (Apurímac), Constancia (Cusco) o la Ampliación de Cerro Verde pudieron avanzar, en esta oportunidad las mayores cotizaciones no se han visto reflejadas en un incremento sustancial de las inversiones ni mayor exploración.
Esta falta de nuevos proyectos dificulta la capacidad del Perú para aprovechar las perspectivas de crecimiento de la demanda de cobre en los próximos años, asociada a la transición de la economía global hacia fuentes de energía renovables.
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