Trascurrido el primer cuarto del presente siglo, el mundo-literalmente- tiene ya claro que, si bien la economía estadounidense es la más grande del planeta, el ritmo al que bailan esta y casi todas las más grandes economías hemisféricas lo marca la economía china.
Como lo prueba la historia, el ascenso de las grandes potencias dominantes en el mundo -así como su dominio y caída-, siempre ha sido consecuencia de factores políticos y económicos que confluyen en un periodo determinado. Y el caso de China no es la excepción.
De hecho, como ocurrió durante el ascenso y dominio de los grandes imperios de Europa – Inglaterra y España, principal mente-, China requiere hoy de una amplia y creciente gama de recursos primarios para ‘alimentar’ al gigante global en que se ha convertido actualmente su economía.
Y debido al particular ‘modelo’ que le ha servido para promover y sostener su crecimiento y desarrollo, esos recursos son, precisamente, generados por la industria minera.
La razón es simple: el ‘modelo’ que le ha servido para su crecimiento explosivo ha sido sostenido por dos columnas fundamentales: la industria de la construcción y la de manufactura. Y ambas, por el acelerado y exponencial crecimiento que experimentaron en los últimos 25 años, han sido y son hoy demandantes intensivas de insumos, los cuales tienen un solo origen: la actividad minera.
En el caso de la construcción, esa demanda ha sido alimentada por los gigantescos planes de urbanización. Desplegados sostenidamente por el Gobierno a lo largo de las últimas décadas, estos comprendieron no solo la edificación planificada de ciudades enteras en todo su vasto territorio, sino la dotación de infraestructura requerida para su funcionamiento eficiente, lo que ha acarreado la construcción intensiva de carreteras, trenes, represas, hidroeléctricas, puertos, aeropuertos, complejos industria les, además de centros de salud y educación, entre otros, en todo el país.
En el caso de la manufactura ha ocurrido lo mismo: la implantación de ambiciosos planes de industrialización puestos en marcha en el periodo señalado. Enfocados en el desarrollo manufacturero intensivo y basados en la innovación tecnológica, el resultado de estos ha sido la creciente presencia y dominio de las manufacturas chinas en el comercio global.
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Por lo demás este dominio es hoy de tal magnitud que para sostener su tendencia, firmemente en ascenso, la economía china demanda volúmenes proporcionales de insumos que, igualmente, provienen de la industria minera del país, pero principalmente del exterior.
Qué produce, qué demanda
La razón de ello es que China explota minerales, entre ellos varios de los hoy considerados ‘críticos’, pero no en el volumen que sus industrias y su economía demandan.
Según datos del U.S. Geological Survey, el país lidera la producción global de oro, zinc, tierras raras y carbón, y se ubica en el tercer lugar de las de cobre y litio. No obstante, explota una amplia gama de otros, como hierro, cobalto, níquel, cadmio, galio, selenio, mercurio, estaño, tungsteno, vanadio, plomo, silicio y más.
No obstante, las enormes dimensiones de sus industrias de la construcción, energética y sobre todo tecnológica, han impulsado al país hacia la búsqueda y provisión de los insumos mineros que no puede cubrir internamente.
En la última década, esa búsqueda y aprovisionamiento ha abarcado, literal mente, todo el planeta. Y para lograrlo, ha desplegado una variedad de instrumentos, desde los ‘blandos’, centrados en ejercicio de la diplomacia económica y comercial y el establecimiento de alianzas políticas, hasta los considerados ‘duros’.
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